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Retos de México en un nuevo entorno para la política de drogas – V parte: México: una realidad que urge alternativas políticas

20 febrero 2013

David Giraldo, IDPC, y Jorge Hernández Tinajero, CUPIHD

Esta última entrega sobre México hace un repaso a los retos que enfrenta el país con relación a su política de drogas dentro del contexto al que hemos hecho referencia a lo largo de esta serie de blogs.

Para responder a la situación preocupante de violencia asociada al mercado de drogas en el país, México tiene la oportunidad de concentrarse en disminuir los delitos violentos de todo orden, incluyendo los del crimen organizado, en vez de enfocarse en detener a consumidores de drogas y pequeños traficantes.

Al mismo tiempo, es necesario que México vigile con cautela la implementación de las llamadas “Cortes de drogas”, una de las propuestas incluidas en el plan general de la Iniciativa Mérida pero diseñadas para circunstancias y sistemas de administración de justicia muy distintos a los que imperan en México o el resto de América Latina.

De este modo, pareciera más útil enfocar esfuerzos de aplicación de la ley en grupos violentos, en implementar controles de armas más estrictos y en tener una política eficaz de desarrollo social en las comunidades más vulnerables.

México tiene a su disposición distintas opciones de reforma a nivel local, nacional e internacional para experimentar y aprovechar mejor los márgenes de maniobra ofrecidos por los tratados, tal como lo han hecho países como Holanda y Bolivia; para ensayar medidas de despenalización eficaces en cuanto al uso de drogas y a la posesión de drogas para uso personal; así como para adoptar un enfoque de uso médico de drogas como la marihuana, lo que permitiría extender el margen de acción y de control del Estado frente al mercado y los consumidores.

En materia de salud algunos de los retos más urgentes incluyen la elaboración de regulaciones y controles confiables para los centros de atención y tratamiento privados, así como considerar nuevos indicadores de éxito, especialmente en cuanto a contagio de enfermedades como el VIH, la hepatitis y la tuberculosis; y a la contención de otras enfermedades crónicas relacionadas con el uso de drogas legales o ilegales.

En cuanto a la escena internacional, México debería alentar una política exterior que, utilizando su propio caso, se inclinara por examinar lo que no ha funcionado en el país, más que en defender el status quo. México tiene todo la legitimidad para impulsar un nuevo enfoque que a su vez recupere el equilibrio entre políticas enfocadas en la oferta y la demanda de drogas; que contribuya, con ideas concretas a desterrar el concepto de "guerra contra las drogas" en concordancia con la tendencia mundial; y finalmente, que aproveche la coyuntura regional y las experiencias de otros países latinoamericanos para retomar un liderazgo positivo en materia de reforma de políticas de drogas al nivel nacional, regional e internacional.

En todo caso, el gran reto para México será abandonar la senda que ha recorrido en los últimos seis años y adoptar políticas pragmáticas y eficaces para enfrentar sus desafíos actuales.

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