Pensando en cocaína: Estudio prospectivo para la regulación de la cocaína en Colombia al año 2034
El futuro de una buena parte del mundo se alumbra por la incertidumbre de la guerra contra las drogas. Aunque pocos en la tierra se han desligado de las consecuencias del narcotráfico, Colombia y gran parte de sus países vecinos en Centro y Suramérica concurren a una pugna social, ambiental, política y económica en la que cada país percibe diferentes consecuencias, todas ellas directamente relacionadas con el mercado ilegal de la cadena de valor de la cocaína en un contexto de prohibicionismo y penalización. El desarrollo de políticas de drogas centradas en la salud pública, en la ratificación de los derechos de los usuarios y en la consolidación de reglas claras y pertinentes que regulen el mercado de sustancias psicoactivas es el afán y la tendencia mundial.
Este estudio pretende entregar herramientas para poder convivir de manera armónica con esta sustancia psicoactiva, cuyos efectos han venido acompañando a los seres humanos desde hace varios milenios. Según Escotado parte de esta relación de las sociedades con las drogas se mueve entre un «irreductible conflicto entre la bendición y la maldición» . La bendición manifestada en sus innumerables usos lúdicos y terapéuticos, relacionados con la necesidad humana de euforia y buen ánimo, y con las múltiples posibilidades que le puede dar a la comprensión y control de la conciencia humana, generando un horizonte insospechado en la exploración de «espacio interior», desarrollado en una mínima proporción de sus capacidades. La maldición se representa en el rechazo consciente o inconsciente de todo esto, relacionado con los peligros físicos y psíquicos de una intoxicación aguda o crónica, pero aún más, y en palabras del autor, frente a «el peligro de grupos que esquiven los estímulos y la indoctrinación común, formando contraculturas o focos simplemente desviados con respecto a uso del tiempo y valores promovidos por los poderes vigentes».
Con la firma del Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera, Colombia encara un momento decisivo en relación con la reforma y transformación de políticas públicas sobre el mercado de la cocaína. Luego de la firma del Acuerdo «es probable que tan solo una cuarta parte del pie de fuerza efectivo de las FARC —la de los dirigentes — se vincule a actividades de tipo político y legal. Las otras tres partes de los actuales combatientes, podrían consolidarse como «neobracrim», entorno al negocio del narcotrá- fico». (Mojica, 2015).
Si bien en el Acuerdo entre el gobierno y las FARC se pueden leer las intenciones de construir el consenso internacional camino a la regulación del mercado de las drogas y de empezar a implementar modelos de reducción de riesgo y daño, hay que seguir innovando. Para el año 2015, las FARC controlaban aproximadamente el 90% de las 47.790 hectáreas de cultivos de coca, es decir: 46.196 de ellas; posición que les representaba un ingreso anual de 3500 millones de dólares en venta de cocaína; obteniendo el 71% del total de 5000 millones de dó- lares que ingresan anualmente por el mismo motivo. Este 71% equivale al PIB de países como Surinam o Guyana, y es superior al de países como Sierra Leona o Liberia. (Mojica, 2015).
Con el vacío de una regulación precisa para cada una de las actividades de la cadena de valor de la cocaína, y sin una política clara de reducción del consumo y mitigación de riesgos será imposible evitar la aparición y la permanencia de las problemáticas sociales, políticas, económicas y ambientales.
No existe evidencia para creer que, con las mismas estrategias fallidas y difí - ciles de implementar —erradicación y sustitución voluntari —, el país pueda lograr cambios significativos en cuanto a la disminución o desaparición de las dinámicas nombradas, mucho menos la utopía de un mundo li - bre de drogas. La cifra de usuarios de la sustancia en el mundo crece cada vez más, y la desmovilización de las FARC, si bien nos da esperan - zas, no es una garantía de que el narcotráfico desaparezca del escenario