La guerra contra las drogas ha tenido efectos catastróficos en la salud pública y los derechos humanos, particularmente para poblaciones en situaciones de vulnerabilidad.
Noruega explica su paso por la presidencia del Consejo de Europa y sus esfuerzos para poner los derechos humanos en el centro de las cuestiones de políticas de drogas.
Funcionarios gubernamentales de África Oriental aprendieron de los enfoques locales para la reducción de daños, en especial los servicios de terapia con agonistas opioides.
Antes de que se despenalizara el uso de drogas, en Portugal se registraba un promedio de una sobredosis diaria; en 2016, esa cifra había bajado hasta 27 en todo el año.