Dealers: actores clave en la reducción de riesgos y daños, rompiendo representaciones sociales

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Dealers: actores clave en la reducción de riesgos y daños, rompiendo representaciones sociales

30 agosto 2023
Jaime Alberto Marulanda Ospina
Corporación Viviendo

Hacer reducción de riesgos y daños desde una estrategia de redes entre la comunidad ha sido fundamental para que cualquier persona se involucre: comerciantes, vecinos, usuarios de drogas, actores, instituciones y, por supuesto, dealers.

Según la gente y los medios de comunicación, los dealers son malos, despiadados, sólo buscan hacer mucho dinero, tienen poder y hacen daño sin importarles nada más. Con ellos no se puede hablar, no tienen nada qué aportar ni están dispuestos a hacerlo, son peligrosos, no puedes ni debes acercárteles. Sin embargo, mi experiencia como operador de un dispositivo comunitario de reducción de riesgos y daños en la ciudad de Cali, Colombia, me ha mostrado otra realidad.

El poder de las redes

Ingreso al barrio Sucre a través de la calle 18, que es reconocida en la ciudad de Santiago de Cali (Colombia) como la calle del “H”, debido a la dinámica de venta y uso de heroína inyectada en el espacio público. Cuatro manzanas de este barrio configuran la comunidad local en la que nuestro Dispositivo Comunitario de Reducción de Riesgos y Daños realiza sus acciones bajo el Modelo de Tratamiento Comunitario. Mientras camino, reconozco a muchas personas y ellas me identifican a mí: comerciantes, recicladores, trabajadoras sexuales, usuarios de drogas inyectadas, vecinos del barrio y dealers, etc. Estos últimos me saludan y tomo consciencia de que ahora estoy más seguro. Camino con tranquilidad porque sé que aprueban mi presencia en el lugar, que no represento una amenaza y que tanto yo como mis compañeros y compañeras significamos una oportunidad de apoyo para usuarios de drogas –como para cualquier otra persona de la comunidad– y que, si respondo una llamada telefónica, no temen que sea un policía infiltrado. Además, camino con la seguridad de que nadie me va a robar el teléfono, lo cual es bastante raro en esta ciudad. Entonces pienso que el dealer no es tan malo como la gente lo cree. Me pregunto si nuestro trabajo en torno a la reducción de riesgos y daños sería posible si ellos fueran como la gente piensa que son o como nos lo dicen en los medios. Y no romantizo al dealer, pero me es difícil verle quitándole su humanidad.

En una charla informal, JJ me comenta cómo, tras no lograr encontrar empleo, decidió empezar a vender drogas en el barrio Sucre. MA por su parte, un joven “duro” y que controla tres puntos de venta de droga, llora mientras me narra su historia, un telón de fondo en el que converge el conflicto armado del país y donde claramente se ve cómo opera la política prohibicionista. Hablo con PP y veo que lleva una carga moral, pues considera que lo que hace causa daño a los demás y que algún día pagará por ello, “aquí o en el más allá”. Pienso en los tres y agradezco que hayan confiado en mí para contarme sobre sus vidas, pero no dejo de pensar que también son víctimas dentro de todo este sistema y se me desdibuja el relato que oficialmente se ha construido en torno a ellos.