El debate público sobre la reducción de daños en Polonia se ha quedado estancado en la década de 1990. En este artículo se explica qué se debe hacer, según las realidades descritas por expertos polacos en políticas de drogas, para salvar vidas y reducir los costos del tratamiento de los usuarios. Más información, en inglés, está disponible abajo.

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Around the world, the discussion surrounding the need to broaden access to harm-reduction programs is reaching ever greater numbers of people. In Western countries, this approach is a priority in dealing with drug use. Flagship harm-reduction programs, such as needle and syringe exchanges, substitution therapy, and safe injection rooms, are used in the majority of European countries, in order to prevent transmission of blood-borne diseases, improve the health of people living with addiction to psychoactive substance, increase safety in cities, and reduce related criminal behavior.

Watch the Polish Drug Policy Network & Drugreporters joint video on the Polish situation

The experience of those countries, linked to public demand for safer streets, and a growing number of people seeking treatment, is what made them pursue harm reduction, including the reduction of crime associated with drug-use. The best example is the Swiss model, where a pilot program introduced medicinal heroin treatment for people with opiate addiction. Just a few years later, a significant improvement in the health of the patients was evident; criminal behavior by addicts plunged (from 90 percent to 10 percent), while the operation of the clinics cost the state significantly less than the costs related to treatment with ineffective methods, or isolation of heroin users in prisons.

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¿Dónde se inyectan los polacos? Campaña a favor de las salas de inyección segura en Polonia

Después de más de 50 años del actual régimen normativo internacional de drogas, diversas organizaciones han logrado movilizar a sectores de la sociedad civil en la búsqueda de una reforma al muy nocivo marco prohibicionista. Gracias a este incansable esfuerzo, es posible decir con certeza, que estas organizaciones pioneras en proponer la regulación del mercado de drogas en oposición a la supresión del mismo, han constituido un movimiento reformista, que busca el fin a la llamada ‘guerra contra las drogas’. Este movimiento conformado por organizaciones no gubernamentales, academia y diferentes tipos de activismo, viene recabando evidencia que demuestra los perversos efectos del actual régimen. Igualmente, viene haciendo recomendaciones de políticas públicas que promueven y protegen los derechos humanos de quienes se reconocen como los eslabones débiles de la cadena: usuarios y productores.

Sin duda, el movimiento reformista, ha sido muy eficaz en situar al usuario en el centro del debate y a la salud pública como el lente para observar sus necesidades. Sin embargo, no sobra recordarle al movimiento la necesidad de enfatizar y ampliar en mayor cuantía el conocimiento, la evidencia y el trabajo de protección y promoción de las poblaciones rurales y urbanas que dependen económicamente del cultivo de plantas declaradas ilícitas y la distribución, a pequeña escala, de sustancias sujetas a fiscalización. De igual forma, la agenda reformista deberá ver con detenimiento los entornos y condiciones que vulneran los derechos de poblaciones no usuarias, igualmente afectadas por el prohibicionismo y emplear el lente del desarrollo y seguridad humana para acercarse a su situación.

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Entre UNGASS y los yungas: Incluyendo la voz de los productores en el movimiento de reforma de drogas