Convirtiendo el duelo en palabra, aromas y arte: El precio de la guerra a las drogas para las mujeres

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Convirtiendo el duelo en palabra, aromas y arte: El precio de la guerra a las drogas para las mujeres

8 marzo 2014
Corina Giacomello

Si su hijo desaparece, usted es una víctima. Eso no hará que las autoridades cumplan con su deber, que se inicie una investigación meticulosa. Pero tal vez hará que se hable de usted, que se organice una marcha sobre familiares de víctimas de desaparición, y allí encontrará un colectivo que le ayudará a convivir con su duelo. Si su hijo es un sicario y desaparece, usted es una mala madre y él, al fin y al cabo, “se la buscó”. Y no habrá quién considere su duelo como legítimo. O si los habrá, no nos enteraremos, pues eso no sale en las noticias y, en estos tiempos tan polarizados, nos podría causar cierta incomodidad. Pues finalmente usted y su hijo, son de “los malos”. Y finalmente, si quien desaparece es su hija, seguramente es porque “se fue de novia con un delincuente”. Desde que “el narcotráfico” se ha convertido en el escudo discursivo ante cualquier problema de seguridad e injusticia social, ya no se habla de feminicidio.

Todo es “ajuste de cuentas”.

En el video “Chiles rellenos para Diego”, la investigadora de la Universidad de Baja California (Mexicali, México), Lilian Paola Ovalle Marroquín, nos plantea la siguiente interrogante: “En México, el conteo diario de muertos y la violencia asociada al narcotráfico, en los últimos años se han convertido en parte de la cotidianidad. […] Ante la naturalización de esta violencia; la estigmatización de las víctimas y la descontextualización vincular, pocos se preguntan qué hacen hoy las madres, hermanos, los hijos de los asesinados y desaparecidos. ¿Cómo viven el duelo y como se sujetan a este Estado de excepción?"

Y nos muestra cómo una receta se convierte en un espacio de recodificación y dignificación de un dolor prohibido por la retórica de la guerra contra las drogas.

Una guerra que ha afectado a cientos de miles de mujeres: madres, hermanas, hijas de hombres presos. Mujeres víctimas de violencia sexual orilladas al consumo e incluso a la prostitución. Como diría Claudia, quien, violada por el padre a la edad de nueve años, empezó a consumir piedra “Para olvidar todas las problemas” (sic). Hoy compurga una pena de diez años por venta en el penal femenil Santa Marta Acatitla, en la Ciudad de México. Fue detenida mientras consumía en un parque público con un amigo. En su posesión tenía 0.6 gramos de cocaína. La entrevisté para mi libro Género, drogas y prisión. Experiencias de mujeres privadas de su libertad en México. Aceptó dar la entrevista para que a otras mujeres no les pasara lo mismo que a ella.

Como se muestra en el informe de IDPC “Mujeres, delitos de drogas y sistemas penitenciarios en América Latina”, el número de mujeres privadas de la libertad en la región está amentando y los delitos de drogas son, en la mayoría de los países, la primera causa de encarcelamiento de las mujeres.

Mujeres presas, muchas veces por ser “mujeres de”, o estar en el lugar equivocado en el momento equivocado. Madres solteras, procedentes de las orillas más olvidadas y periféricas de la sociedad, con historias de pobreza extrema, abusos, violencia. Cuerpos sobre los que se cruzan y se suman golpes, a menudo violaciones, embarazos. Cuerpos que a veces ocultan drogas, en ese espacio tan fraguado del cuerpo de las mujeres: la vagina. Bultos de drogas que se convertirán en un poco de dinero, suficiente, tal vez, para comprar de comer.

El discurso sobre el narcotráfico, la dicotomía entre “ellos y nosotros” que, en términos jurídicos, se traduce al derecho penal del enemigo, crea nuevos actores de victimización y silencia a otros. Las mujeres son, como en todas las guerras, víctimas invisibles. Sin embargo, lejos de vivir en el silencio, levantan su voz, muestran su rostro y transforman su realidad, tomando incluso los muros de sus cárceles.

Paredes de la prisión femenil de Santa Marta Acatitla, en la Ciudad de México. Se ven a unas internas hablando por teléfono. Los murales han sido pintados por las mujeres internas que han, literalmente, tomado las paredes de su prisión, transfórmandola. La obra se condujo bajo la dirección del muralista Polo Castellanos, en el marco del proyecto "Mujeres en espiral. Sistema de justicia, perspectiva de género y pedagogías en resistencia"

Foto de: Daniel Gil, 2012, Proyecto "Mujeres en espiral. Sistema de justicia, perspectiva de género y pedagogías en resistencia", mujeresenespiral.com