Washington en el País de las Maravillas

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Washington en el País de las Maravillas

22 septiembre 2012

Escrito por Kathryn Ledebur y Coletta A. Youngers*

Los críticos literarios citan Las Aventuras de Alicia en el País de las Maravillas como uno de los mejores ejemplos del género “literatura del absurdo”. El intento por parte del gobierno de los Estados Unidos por calificar como un retroceso a los avances logrados por Bolivia en cuanto al control de drogas, constituye un vívido ejemplo del sinsentido de las políticas de drogas de Washington. La determinación emitida el 14 de septiembre de 2012por parte de la Casa Blanca, concluye que Bolivia, “durante los 12 meses anteriores, ha incumplido de manera manifiesta con las obligaciones contenidas en acuerdos internacionales sobre estupefacientes”, basando sus argumentos en una interpretación errónea de la disminución del cultivo de hoja de coca, y en lo que parecen ser proyecciones totalmente exageradas de la producción potencial de cocaína. La falta de transparencia sobre la manera en que las autoridades estadounidenses calculan los estimados de producción de cocaína, combinada con la afirmación de que Bolivia está produciendo más cocaína que Colombia —pese a contar con un territorio ocupado por cocales mucho menor que Colombia o el Perú— socava más aún la credibilidad de los EE.UU., y aliena a Washington en una región que demanda un debate abierto y honesto sobre alternativas de políticas sobre drogas.

La descalificación de Bolivia por parte del gobierno de los EE.UU., contrasta marcadamente con el Estudio sobre el Monitoreo de Cultivos de Coca 2011 emitido por la Oficina de las Naciones Unidas sobre Drogas y el Delito (ONUDD)edel 17 de septiembre de 2012. Según las NN.UU., los cultivos de coca en Bolivia se redujeron a 27,200 hectáreas en 2011, de un total de 31,000 hectáreas en 2010 –una reducción del 12 por ciento. El informe señala que los cultivos de coca disminuyeron en todas las regiones cocaleras importantes en el país, llevando el área total cultivada de cocales a un nivel cercano al que estaba vigente en el año 2005. Las NN.UU. atribuyen esta “significativa” disminución a un “efectivo control” a través de la racionalización y la erradicación de cultivos. Las NN.UU. también reportan un incremento superior al 25 por ciento en el número de hectáreas de coca eliminadas, así como una significativa reducción del 13 por ciento en el rendimiento de hoja de coca, disminuyendo a 48,100 toneladas métricas en 2011, de un volumen de 55,500 toneladas métricas en 2010.

Es llamativo que el gobierno de los EE.UU. reportó una disminución del 13 por ciento en los cultivos de hoja de coca en Bolivia. La determinación presidencial sostiene: “El cálculo realizado por el gobierno de los EE.UU. sobre cultivos de coca en Bolivia para 2011, del orden de 30,000 hectáreas, fue ligeramente menor que el estimado correspondiente al año 2010, de 34,500 hectáreas”. ¿Ligeramente menor? El Informe de Estrategia para Control Internacional de Estupefacientes (INCSR, siglas en inglés), publicado por el Departamento de Estado de los EE.UU. en marzo de 2012, calificaba como “ligera” la reducción de 500 hectáreas entre los años 2009 y 2010. Sin embargo, una reducción nueve veces mayor merece la misma descripción. Lo que es más, en una entrevista concedida en julio de 2012, el Chargé d’Affairesde la Embajada de los EE.UU. en Bolivia, John Creamer, declaró que “en 2010 y 2011 hemos visto una reducción neta impresionante en el número de hectáreas de coca”

Las afirmaciones patentemente falsas de la determinación emitida por el gobierno de los EE.UU., incluyen lo siguiente: “La Oficina de las NN.UU. sobre Drogas y el Delito calculaba la existencia de 31,100 hectáreas de cultivos para 2011, un ligero incremento sobre su estimado para 2010, correspondiente a 30,900 hectáreas”. Sin embargo, tres días más tarde, los estimados de las NN.UU. contradecían tajantemente la determinación de los EE.UU. La falsa afirmación de que las NN.UU. reportaron un incremento de los cultivos sirvió para ayudar a justificar la siguiente declaración contenida en la determinación: “Aunque Bolivia aún no ha revertido los incrementos netos en cultivos de coca de los últimos años, tal parece que la producción se ha estabilizado”. De hecho, los propios estimados del gobierno estadounidense mostraban una reducción neta durante dos años consecutivos. Ello, combinado con una disminución de 13 por ciento de un año al siguiente, difícilmente puede caracterizarse como “estabilización” de la producción.

Socavando aún más la credibilidad de los EE.UU., la determinación presidencial afirma que “Bolivia sigue siendo uno de los mayores productores mundiales de coca para la cocaína y otros productos de drogas ilegales”. De hecho, de los tres países que cuentan con niveles medibles de cultivo de coca, Bolivia es el menor productor de hoja de coca empleada para producir cocaína. Según los estimados del propio gobierno de los EE.UU., Bolivia contaba con 30,000 hectáreas de cultivos de coca. La ley boliviana destina 12,000 hectáreas para consumo tradicional y legal, lo cual deja 18,000 hectáreas para el mercado ilícito.En contraste, con 83,000 hectáreas en 2011, Colombia proporciona más de cuatro veces ese volumen de coca al mercado ilegal. Aunque el otro país productor de coca, Perú, también muestra un significativo consumo tradicional, su producción de coca es también casi dos veces mayor que la de Bolivia. Los otros “productos ilegales de drogas” a los cuales se refiere Washington, continúan siendo un misterio.

Como resultado de una efectiva estrategia de monitoreo de los cultivos de coca —la cual se beneficia de la cooperación proveniente de los agricultores cocaleros— los estimados del gobierno estadounidense y de las NN.UU. sobre cultivos de coca en Bolivia convergen, en contraposición a lo que ocurre con los estimados para los otros países. Dada la eficiencia de los sistemas de monitoreo empleados en Bolivia, es difícil manipular el cálculo de las áreas donde se cultiva la coca. Pero tal no es el caso con los cálculos referidos a la producción potencial de cocaína. Aunque desde hace mucho tiempo Washington ha postulado que la erradicación de los cultivos de coca es el principal indicador de “éxito” en las acciones para el control de drogas en Bolivia, no hace mucho la Oficina sobre Políticas Nacionales para el Control de Drogas (ONDCP) de los EE.UU. empezó a plantear la idea de que “la medición importante no se refiere a los cultivos. Se trata del potencial de producción —la cantidad de cocaína que puede producirse del cultivo de la hoja coca; ésa es la medición importante”.

Aún cuando el área que ocupan los cultivos de hoja de coca ha disminuido, el gobierno de los EE.UU.anunció un increíble incremento de la producción potencial de cocaína en Bolivia, que se eleva de un volumen estimado de 195 toneladas métricas –nivel que se mantuvo estable desde 2008 hasta 2010— a 265 toneladas métricas. (La ONUDD no proporcionó información alguna sobre producción potencial de cocaína en su informe más reciente sobre Bolivia). En otras palabras, incluso con la reducción de las hectáreas de cultivos de coca, estimada por los EE.UU. en un 13 por ciento, y la disminución de un 13 por ciento en el rendimiento de hoja de coca reportada por las NN.UU., el gobierno de los EE.UU. afirma que la producción potencial de cocaína se incrementó en 36 por ciento. Según cálculos realizados por Adam Isacson, Coordinador Principal del Programa de Políticas de Seguridad Regional de WOLA, 265 toneladas métricas de cocaína procedentes de 30,000 hectáreas cultivadas de cocales, representan un sorprendente coeficiente de producción de 8.83 kilogramos de cocaína por hectárea de cultivo de hoja de coca, en marcado contraste con la situación en Colombia, donde la información del gobierno estadounidense muestra una producción de 2.70 kilogramos de cocaína por hectárea cultivada de hoja de coca. En otras palabras, ellos sostienen que la hoja de coca boliviana rinde tres veces más cocaína que la hoja de coca colombiana. (Dado que un alto porcentaje de la producción de hoja de coca en Bolivia está destinada a fines tradicionales y legales, la tasa de conversión coca-cocaína atribuida por los estimados del gobierno estadounidense resulta aún más exorbitante). El gobierno estadounidense sostiene que la cantidad de cocaína producida en Colombia disminuyó en un 25 por ciento entre 2010 y 2011, de 270 a 195 toneladas métricas. En contraposición, las NN.UU. calculaban la producción potencial de cocaína en Colombia en un formidable volumen de 345 toneladas métricas para el año 2011, empleando información del gobierno de los EE.UU. para la conversión de pasta a cocaína.

El gobierno de los EE.UU. sostiene que el incremento de la producción potencial de cocaína en Bolivia se debe a métodos de procesamiento más eficientes (irónicamente, los mismos métodos empleados en Colombia) y a la creciente madurez de los cultivos existentes, que contribuyen a un mayor rendimiento productivo. Incluso si tal fuera el caso, ello difícilmente explicaría un incremento tan dramático. Más aún: hace apenas seis meses, el gobierno de los EE.UU. afirmaba que no había podido llevar a cabo estudios para determinar el rendimiento de la hoja de coca en Bolivia, realizados anteriormente por la Agencia Antidrogas (DEA, siglas en inglés), la cual había sido expulsada del país en noviembre de 2008. Lo que resulta más preocupante es que el gobierno de los EE.UU. no brinda información alguna sobre la manera en que derivan estas estadísticas, alentando acusaciones de que las cifras simplemente han sido fabricadas para cumplir con fines políticos del gobierno.

Pese a la severa condena por parte de Washington hacia el gobierno boliviano, contenida en la determinación presidencial del año 2012, la cooperación antidrogas entre ambos países continúa. De hecho, desde la determinación emitida en 2011, los EE.UU. y Bolivia han suscrito un acuerdo marco bilateral, así como un Memorándum de Entendimiento trilateral, incluyendo a Brasil. En efecto, tal como se señala en la página web de la Embajada de los EE.UU. en Bolivia, “el Presidente Obama dijo durante la Cumbre de las Américas que el acuerdo entre los EE.UU., Bolivia y Brasil para rastrear los cultivos de coca en Bolivia, es el tipo de cooperación regional que necesitamos”.

La decisión de la Administración Obama, durante un año electoral, de denunciar una vez más a Bolivia como un socio insatisfactorio en cuanto a control de drogas —pese a clara evidencia de lo contrario— puede no resultar sorprendente. El proceso de “certificación” sobre drogas ha sido desde hace mucho tiempo censurado y ridiculizado en América Latina, caracterizándolo como un ejercicio altamente politizado mediante el cual los Estados Unidos afirman unilateralmente su autoridad para emitir juicios sobre otros países. El flagrante desdén mostrado por los hechos que se evidencian en esta reciente determinación sobre Bolivia, sólo puede profundizar la opinión generalizada en la región de que los funcionarios a cargo de políticas sobre drogas en Washington viven desconectados de la realidad, y que están tejiendo su propia versión de las Aventuras en el País de las Maravillas.

La AIN y WOLA realizarán una visita de investigación al Chapare en Bolivia durante la próxima semana y elaborarán un informe más detallado sobre este tema.

*Kathryn Ledebur es Directora de la Red Andina de Información (AIN, por sus siglas en inglés). Coletta A. Youngers es Asesora Principal de WOLA.

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