IDPC, WOLA, CIM y Dejusticia publican una serie de publicaciones para compartir ejemplos de enfoques innovadores que incorporan una perspectiva de género y los principios de salud pública y derechos humanos a las políticas de drogas.
Penal Reform International examina la situación de las personas encarceladas alrededor del mundo, notando que la población carcelaria aumenta al tiempo que las tasas de criminalidad caen.
110 ONG en todo el mundo apoyan la Carta de Manguinhos y el enfoque de reducción de daños en un momento en que América Latina está volviendo hacia un enfoque de guerra contra las drogas.
El Informe del Comité de Expertos en Farmacodependencia presenta recomendaciones sobre la clasificación internacional de sustancias y una lista de sustancias que se deberían someter a examen, y recomienda que se realice un examen previo del cannabis en un plazo de 18 meses.
La Asociación Médica Australiana (AMA) ha manifestado que la salud de los reos es una cuestión de derechos humanos, que todos los australianos tienen derecho a un acceso equitativo a los servicios de salud, y que una pena privativa de la libertad no es motivo para que este derecho se incumpla. Más información, en inglés, está disponible abajo.
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The prevalence of Blood Born Viruses (BBVs) is significantly higher in prisons due to a number of factors, including: the high-rate of imprisonment for drug-related offences, the prevalence of people who inject drugs, the apparent availability of drugs and injecting equipment in prisons, the rate of pre-existing infection among prisoners, and unsterile injecting drug practices in prisons.2
Custodial facilities provide a unique opportunity to protect the health of those in custody, and the general community. Providing evidence-based prevention, testing, treatment and management, and harm reduction strategies (such as access to condoms and lubricant, regulated NSPs, and access to disinfectants such as bleach), are proven to be effective in the prevention of transmission of viral hepatitis and HIV in prisons,3 and establishing a safer environment for both prisoners and prison officers, who are both in elevated risk categories.
The AMA supports NSPs as a frontline approach to prevention of BBVs, and other harms among people who inject drugs. The published evidence supporting the needle and syringe programs is very strong.
The well-being and health of people in custodial facilities has wider community health implications, as any detainee infected with a BBV may transmit that infection within the prison population or to the wider community if they are released with an untreated condition.
Prison-based NSP trials have been shown to reduce the risk of needle-stick injuries to staff, and increase the number of detainees accessing drug treatment. Similarly, trials have revealed no adverse effect on illicit drug use or overall prison security.3
Prisoner health is a human rights issue. Every Australian has the right to access equitable healthcare, and a custodial sentence is not a caveat to this.
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El centro ISCDP y Munk School of Global Affairs plantean cuatro opciones para la regulación interna del cannabis en Canadá, teniendo en cuenta la situación vigente de control internacional de drogas.
La alianza Bridging the Gaps exhorta a todos los Gobiernos a que adopten 7 políticas para proteger a las personas que usan drogas de la violencia ejercida por el Estado.
StopWatch, en colaboración con grupos de padres, niños y jóvenes que han sido detenidos y registrados, proporciona una herramienta que se centra en garantizar la seguridad de los niños durante las interacciones con la policía.
Esta publicación analiza cómo los tratados internacionales en materia de drogas impiden que el Estado priorice el acceso a los medicamentos esenciales.